LOS PROBLEMAS EDUCATIVOS Y CULTURALES DESDE EL LIBERALISMO
Jorge Schiappacasse Araya
El liberalismo moderno postula y defiende principalmente el pluralismo mundial de
las culturas, los aspectos culturales, políticos y económicos de una educación
moderna en y para una sociedad democrática y la necesidad de libertad y de
pluralismo en los medios de comunicación.
Frente a lo anterior, vemos cómo los países subdesarrollados están adquiriendo
actualmente una creciente conciencia de su identidad cultural. Una de las causas
esenciales de los conflictos entre Occidente y los países islámicos en particular es
la mutua incomprensión de sus respectivas culturas.
El mundo industrializado debe admitir que para un número cada vez más elevado
de países los valores y las conquistas de la civilización tecnificada no están por
encima de toda sospecha crítica, si es que no merecen un simple y puro rechazo.
Contrariamente a otros sistemas de valores que han tenido su origen en Europa,
el liberalismo ha adoptado desde siempre una actitud abierta y tolerante respecto
de las restantes culturas. Los liberales deben, por tanto convertirse en portavoces
de aquellos que se niegan a reducir el diálogo Norte-Sur a sus aspectos
meramente económicos y políticos.
En un mundo multipolar, en el que se cuestiona y se desafía cada vez más la
supremacía militar y económica de las superpotencias, el pluralismo cultural es un
instrumento de gran valor para promover la mutua compresión y colaboración, por
encima de las fronteras.
Para los liberales, la cultura no es un concepto abstracto. Afecta, directa o
indirectamente, a la vida cotidiana de todos los hombres, mujeres y niños. En
consecuencia, es tarea central de la política cultural liberal hacer que los pueblos
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adquieran conciencia de que su existencia está esencialmente condicionada por
los valores y la herencia culturales. La promoción de actividades culturales a cargo
de la comunidad debe servir, ante todo, para consolidar en el mayor número
posible de ciudadanos la conciencia de su realidad cultural y de las culturas de
otros pueblos y continentes.
Una educación libre, basada en métodos democráticos, es el medio más
adecuado para superar las barreras culturales y para combatir la intolerancia
cultural, política y racial. La educación es, además, el instrumento más eficaz de la
política liberal de promoción de la paz y de eliminación de las fronteras clasistas,
de las injusticias sociales y económicas y de las actitudes retrógradas y contribuye
a la armonización entre formación técnica y humanista.
Los liberales se pronuncian a favor de la educación de ambos sexos, en todos los
niveles de edad, con los objetivos de ofrecer a todos los individuos unas mismas
oportunidades para una vida personalmente satisfactoria y socialmente útil,
transmitir a los hombres la conciencia de la mutua dependencia de los Estados y
las regiones. Como objetivo se encuentra también el garantizar a las mujeres los
mismos niveles educativos que a los hombres, tanto durante como después de los
cursos escolares y el llevar a los padres la convicción de que una buena
educación, tanto en el hogar como en la escuela, es la base de la condición de
todo buen ciudadano.
La libertad y el pluralismo de los medios de comunicación son elementos básicos
de una sociedad liberal. No puede haber libertad política, cuando estos medios se
hallan sujetos a monopolio o semimonopolio, sea público o privado. Los liberales
contemplan con creciente preocupación los poderosos ataques contra la libertad
de prensa, tanto dentro como fuera de las sociedades liberales.
Como problemas que afectan a la mística liberal vemos la creciente concentración
de la propiedad de la prensa en unas pocas manos, en las democracias
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industrializadas; la nueva tecnología como instrumento de manipulación de la
opinión pública y debilitamiento de las culturas autóctonas; los ataques de los
gobiernos, de los grupos de interés y de las organizaciones internacionales contra
una prensa pluralista independiente del control y de la censura gubernamentales.
Nosotros liberales, admitimos que para solucionar estos problemas se requiere, en
algunos casos concretos, la ayuda estatal, siempre bajo control público, que
garantice la continuidad del pluralismo de los medios de comunicación. Pero
insisten en que tanto los subsidios concedidos como la supervisión deben estar, a
su vez, sujetos a rígidos controles, para que no acaben agravando el problema
que pretenden remediar.