Durante fines del siglo XIX, los altos ingresos del salitre hacían de Chile un país rico. El Presidente José Manuel Balmaceda supo aprovechar esas circunstancias para llevar a cabo dos de sus más ambiciosos proyectos: un gran plan de obras públicas y una reforma y mejoramiento de la educación pública, los que promocionó en una serie de viajes presidenciales realizados a través del país. Con ello intentaba presentarse como un presidente con autoridad y al mismo tiempo cercano a los ciudadanos, un mandatario que sería capaz de llevar el progreso a los rincones más remotos del país.
A pesar de todas estas realizaciones, la crisis política estalló en 1891. La ruptura se desató ante la negativa por parte del Congreso de aprobar la Ley de presupuesto de ese año. Balmaceda aprueba de facto la ley del año anterior y se declara como única autoridad. El 7 de enero de 1891, la Escuadra, apoyada por las fuerzas congresistas, se sublevó, dando comienzo a la guerra civil.
El Presidente Balmaceda, luego de conocerse el fracaso de las fuerzas gobiernistas en la batalla de Placilla, a las dos de la madrugada, abandonó caminando el Palacio de la Moneda para refugiarse en la Legación Argentina. Allí permaneció oculto veinte días, en los cuales redactó su Testamento Político y escribe a su familia, entre ellas una carta a su esposa Emilia Toro. A fines de mayo de 1890, Balmaceda le comunicó a Salvador Sanfuentes su decisión de «suicidarse antes que rendirse a sus enemigos».
El día 19 de septiembre de 1891, al día siguiente de cumplir su mandato presidencial, el Presidente Balmaceda se suicidó, disparándose un tiro en la sien. Colocaron el cadáver de Balmaceda en una colcha y de noche lo trasladaron al cementerio. Allí lo pusieron en una urna de metal y lo fueron cambiando a cuatro sepulturas diferentes durante esa madrugada. Finalmente lo escondieron en la tumba número 1.355. Cinco años después fue trasladado al mausoleo de la familia Balmaceda, en un gran funeral público.
La figura de Balmaceda ha provocado polémicas hasta nuestros días. Presentado como un dictador por sus detractores y como defensor de la autoridad presidencial por sus partidarios, lo cierto es que la discusión sobre Balmaceda y su obra adquirió un cariz distinto a mediados del siglo XX, momento en el que se comenzó a considerarlo como un precedente de las políticas económicas nacionalistas y de la lucha contra el imperialismo. De todas maneras, la figura del malogrado presidente ha perdurado no sólo en los circuitos académicos y políticos, quedando para la memoria popular como un héroe inmolado por el pueblo.