Cartas de Domingo Santa María a su hijo

Ignacio Santa María Marquéz de La Plata

Transcripciones

Carta de Domingo Santa María a su hijo Ignacio #1

Valparaíso, 26 de agosto de 1888

SMA 2882

Mi hijito querido:

Estoy todo sobresaltado. La enfermedad de las chiquillas, la de los niños de la Lucha y el estado delicado de tu mamá no me dejan tranquilidad en el espíritu. Tiemblo al recibir telegramas.

Lo he pasado muy regular noche a noche después de haber sido muy malas las anteriores. La curación en la nariz me maltrató o me puso nervioso; y como después tengo que sufrir los inconvenientes de la irritación, no es de extrañar que me haya sentido mal y fastidiado. Ahora parece que va a ser otra cosa.

No acepto la contestación de Pedro Lucio. En mi justísimo interés por Murúa no comprendo la conducta de Pedro Lucio, que no debe ignorar como se ha calumniado a Murúa y como desbarató ante José Manuel la calumnia, diciéndole éste que quedaba plenamente satisfecho. Se imputaba a Murúa que había dado al Resguardo y a la Aduana falsos certificados de enfermedades que los empleados no sufrían. Todo es una maldad urdida para arrebatarte el puesto. Murúa no había dado certificado alguno. Uno solo había expedido en la Aduana.

Y todavía, después de esta victoriosa vindicación; ¿Sale Pedro con que hablará con el Presidente? Ya sospecho que puede ser cierto lo que se corre, a saber, que Pedro quiere favorecer con el destino a un Latorre, a quien yo hice volver de Europa por su mal comportamiento. Sería una decepción ésta para mí.

Anda donde Balmaceda una de estas noches y aprovecha un momento para hablarle de Murúa, precisamente cuando te pregunte por mi salud. Empéñale y pídele justicia para este hombre, que ha sido su amigo y que hoy, a pesar de todo, le guarda grande fidelidad, A Murúa no se le va a dar destino; lo tiene hoy, se le va a confirmar en el mismo para el sueldo.

Te abraza, tu Papá.

Carta de Domingo Santa María a su hijo Ignacio #2

Valparaíso, 29 de agosto 1888 

SMA 2875 

Mi hijito querido: 

Te escribo dos renglones porque me siento mal ahora con la pluma en mano. Estoy mejor de la mano pero no así de la garganta que me inspira cuidado. Más tarde habrá de verme Wagner. El pecho no se rinde todavía. Siempre me molesta para andar, como me ha acontecido hoy que he tenido que hacer mi ejercicio antes de almorzar. De todos modos, estoy mejor que en Santiago., aun cuando aquí, como allá, los médicos no me dejan de la mano. 

Mucho he agradecido a Salamanca la visita hecha a la Emilia.

Pienso como tu respecto de los ganados de la Quiñilla. Le venderán en tiempo oportuno. No hay razón para precipitarse, pues es indudable que ganado estará caro en todo el país. Con buenos pastos como tiene ahora la Quiñilla presentar animales a media gordura Esta operación puede efectuarse en octubre sin inconveniente alguno. Habrá entonces dinero de más para pagar la deuda pendiente. No sería malo dar algo a cuenta, si el hombre estrechase, pero me temo que lo que se va, le viene de pie para un pleito. El deudor no debe andar muy contento desde que no tiene inscrita por original una obligación en forma. Sin embargo debe tranquilizársele. 

Anoche me refirió Murúa su conversación con Freire. Díjole éste que él nada había hecho en su contra y que ninguna queja tenía contra él, si bien era cierto que había andado muy azarando por unos certificados que referían a la Aduana. Le hizo mil protestas, agregándole que no tenía inconveniente para escribir a Balmaceda. Es la verdad que el círculo nacional, sea o no sea de la cúspide del Intendente, ha procurado echar una zancadilla a Murúa, que no le es afecto, y favorecen a un Martínez Barros ó Pérez Cantos, que es de la carda. En la Moneda no deben haberse apercibido de esta intriga, que tendía a dar goce a la pretensión nacional. José Manuel. No puede sacrificar a un amigo leal y a un médico honrado. Ya te he dicho que Murúa pulverizó lo de los certificados de la Aduana.

Te instruyo de todo esto para que, hablando con Balmaceda, sepas a qué atenerte. A pesar de todo no dejes de la mano a Pedro es muchas aguas tibia. 

No olvides tampoco a las Villegas. 

Entra gente. Adiós. Tu Papá que te quiere.

Carta de Domingo Santa María a su hijo Ignacio #3

Valparaíso, 6 de septiembre de 1888

SMA 2878

Mi querido hijito:

Te escribo rabioso y desconsolado. Si logro uno o dos días buenos, vienen los cuatro o los seis o los ocho malos que me hacen perder toda esperanza y me producen el convencimiento de que estoy luchando en balde. Tal estoy hoy, pues solo he pasado regular noche sin lograr tener facilidades para andar. Véome obligado a estar encerrado y a respirar forzado y a comer mal, etc., etc. Más tarde me reconocerá Wagner la nariz y la garganta, y todo ello sea para lo mismo, pues advierto que nada gano ni avanzo. Sin disputa, mi curación está en Iquique, en las pampas, en las salitreras. Pero no pensemos en esto.

Envía a Thevenat el dinero que pide, y más si le puede enviar. Lo pide de manera que no se le puede hacer observación. Es posible que el cambio mejore mucho, y, como dicen los diarios, el cobre y el trigo han subido y las cosechas han sido detestables en Europa. Todavía espero que ahora mismo logres letras con mayor ventaja de la que crees. Es menester explicar todo esto a Thevenat y preguntarle sino querría que se le enviase un borrador que yo lo completaré aquí como deseo. Si te lo devolveré.

Supongo que los chismosos políticos deben arderse. Tu mamá me dice que se habla mucho de una carta mía dirigida a Balmaceda en que le felicito por su rompimiento con los nacionales. Seguramente que debe ser José Manuel quien habla de estas cosas y da cuenta de mi correspondencia con él; pero la desgracia que no le diga la verdad, ya que imprudentemente se quiere sacar a público cosas esencialmente privadas. Yo no he felicitado a Balmaceda por su rompimiento con los nacionales. Ni cosa parecida he hecho. Cuando vi por los diarios lo que ocurría y me instruí de la declaración de los ministros, que me pareció imprudente, escribí a J. Manuel interrogándolo acerca de lo que pasaba y diciéndole que sospechaba tuviesen los nacionales exigencias enajenadas por no querer convencerse de que no eran partido, ni tenían programa de partido, ni elementos para obrar como partido. Esto es todo. Me contestó lo mismo, más o menos, que ha dicho en la Tribuna; y como ello me dejase en mayor oscuridad todavía, le manifesté en una carta que le escribía sobre Tapia… que despedidos de su lado los nacionales, que eran sus amigos, quería saber con qué fuerza política los reemplazaba, puesto que los sueltos, que no tenían ni la organización ni el número de los nacionales, le ahorcarían en el momento que no amparase sus ambiciones. Y tengo el convencimiento de que Matte y otros como él han precipitado a José Manuel, conociendo su carácter y esperando aprovecharlo en las mismas dificultades en que ha de encontrarse. Yo no sé qué haría Balmaceda si le forzase a tomar nuevo ministro hoy. Pero todo esto no quita que P. Montt sea un majadero y un ambicioso a destiempo, que ha de sublevar contra los nacionales cuantos odios encierra el corazón humano. 

He sentido tu derrota por el alcance que se le da y por las personas a quienes se atribuye la traición. Con Puelma, diputado, dice aquí que él dio cuatro votos a Errázuriz y tres no sé a quién, de manera que éste, por lo que cuenta, no figuraba su mínimo de diputados que debían concernir acumulativamente a tu elección. Es menester eliminar a Allende por lo que tú mismo me dices. Quedan entonces Cousiño y Martínez, y yo te protesto que no me atrevo a desconfiar de estas personas, que tantas pruebas tienen dadas de tu lealtad y honradez. Por Cienfuegos no trepidaría en meter las manos al fuego. El tiempo resolverá el problema.

Te abraza a ti y a todos. 

Tu Papá.

Reseña biográfica de Domingo Santa María

Domingo Santa María (Santiago, 4 de agosto de 1824 – 18 de julio de 1889). Abogado y político del Partido Liberal. Presidente de la República entre el 18 de septiembre de 1881 y el 18 de septiembre de 1886. Senador entre 1879 y 1881 y entre 1888 y 1889, y diputado en cinco períodos, entre 1858 y 1876. Presidente del Senado entre el 4 de junio de 1888 y el 22 de octubre del mismo año. Ministro de Estado en los gobiernos de José Joaquín Pérez Mascayano y de Aníbal Pinto Garmendia.

Biografía

Familia y Juventud

Nació en Santiago, el 4 de agosto de 1824. Hijo de Luis José Santa María y González Blanco, y Ana Josefa González y Morandé.

Se casó el 7 de junio de 1846 con Emilia Márquez de la Plata Guzmán y tuvieron cinco hijos, entre ellos el ex parlamentario Domingo Víctor Santa María Márquez de la Plata.

 

Estudios y Vida Laboral

Realizó sus estudios secundarios en el Instituto Nacional y en el mismo establecimiento realizó el Curso de Leyes. Graduado de Derecho por la Universidad de Chile, ingresó a la Academia de Leyes y Práctica Forense el 24 de diciembre de 1844. Juró como abogado el 15 de enero de 1847 y su tesis versó sobre «Reforma de la ley electoral de 1833».

En 1845 se desempeñó como profesor de Geografía, Historia y Aritmética en el Instituto Nacional. En 1856 se incorporó a la Facultad de Filosofía y Humanidades con un discurso sobre «La necesidad de cultivar la oratoria en Chile» y se dedicó también a escribir la biografía de Santiago Echevers y de José Miguel Infante y Rojas.

En 1855 presentó ante la Universidad de Chile su memoria sobre la «Abdicación del director don Bernardo O’Higgins Riquelme«. En 1857 leyó en la misma facultad un discurso sobre José Santiago Echevers.

Fue Decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades y miembro de la Facultad de Leyes y Ciencias Políticas de la Universidad de Chile.

Vida política y pública

Miembro del Partido Liberal, aunque vaciló entre nacionales y conservadores. Sus tendencias autoritarias y laicas lo inclinaban al Partido Nacional o Monttvarista, pero finalmente respaldó a la fusión Liberal-Conservadora, coalición de partidos opositora al gobierno de Manuel Montt Torres .

En el año 1846 ingresó al ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública como jefe de Sección a las órdenes de Antonio Varas de la Barra. En 1847 ascendió a oficial mayor, después de recibir el título de abogado, en reemplazo de Silvestre Ochagavía Errázuriz.

En 1848 fue nombrado intendente de Colchagua, por el entonces ministro del Interior Manuel Camilo Vial Formas. Respaldó a los rebeldes en la Guerra Civil de 1851, aunque sin comprometerse. Por ello, fue destituido por el Presidente Manuel Montt. Luego se autoexilió en Perú desde donde regresó en 1853. Entonces abrió su bufete de abogado y se dedicó a su profesión.

De igual forma, respaldó al bando revolucionario en la Guerra Civil de 1859, participando en solidaridad con sus amigos y correligionarios, razón por la que fue apresado. Fue proscrito a Magallanes y tras pagar una fianza de 10 mil pesos fue exiliado a Europa en 1860. Regresó a Chile en 1862, amparado en la Ley de Amnistía, asumiendo interinamente la Fiscalía de la Corte Suprema.

En forma paralela a esto fue ministro de Hacienda en el gobierno del presidente José Joaquín Pérez Mascayano, entre el 16 de enero de 1863 al 10 de mayo de 1864. Fue ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago a partir del 23 de septiembre de 1865. Renunció al cargo cuando postuló como candidato a la Presidencia de la República.

Al inicio del conflicto de Chile con España en 1865 fue comisionado por el gobierno, para buscar un acuerdo con el representante de dicho país. Propuso al diplomático español Salvador Taviria un arreglo que concluyó con el Tratado Covarrubias Taviria. El tratado fue desaprobado por la realeza española, desencadenando la guerra y el consecuente bombardeo de Valparaíso. El gobierno de Perú lo comisionó para conseguir apoyo, en plena guerra contra España.

En 1866 fue nombrado consejero de Estado por el Presidente José Joaquín Pérez Mascayano en su calidad de ministro de la Corte de Apelaciones. Fue ratificado en el cargo el 26 de septiembre de 1867 y el 22 de abril de 1869. Asistió entre el 11 de octubre de 1866 hasta el 2 de mayo de 1867 y desde el 17 de mayo de 1868 hasta el 4 de julio de 1870. Fue puesto nuevamente en el cargo el 18 de septiembre de 1876 y asistió entre el 29 de septiembre de 1876 hasta el 12 de abril de 1879. Una vez más en el cargo a partir del 18 de septiembre de 1886, asistiendo a la instancia entre el 27 de septiembre de 1886 hasta el 2 de agosto de 1889.

Durante la presidencia de Aníbal Pinto Garmendia fue nombrado ministro de Relaciones Exteriores y Colonización, entre el 17 de abril al 20 de junio de 1879; ministro de Interior, entre el 20 de agosto de 1879 al 16 de junio de 1880; y ministro de Guerra y Marina subrogante, siendo ministro del Interior, 13 de octubre al 19 de noviembre de 1879.

Presidencia

El 30 de agosto de 1881 fue electo Presidente de la República, asumiendo el cargo el 18 de septiembre del mismo año.

Recibió el país vencedor de la Guerra del Pacífico (1879-1884), pero así también, le correspondió concertar la paz con los vencidos. Tuvo una relación conflictiva con la Iglesia Católica debido al nombramiento de un nuevo arzobispo, tras la muerte de Rafael Valentín Valdivieso. Finalmente, la Santa Sede designó a Mariano Casanova como arzobispo de Santiago, lo que permitió solucionar los problemas suscitados anteriormente entre su gobierno y el clero.

Durante su gobierno se dictaron las llamadas Leyes Laicas: la de Matrimonio Civil del 16 de enero de 1884, la de Registro Civil del 16 de julio de 1884 y la de Defunciones del 16 de noviembre de 1884. Esto consolidó la secularización de las instituciones públicas.

Hubo acciones en función de la organización administrativa del país, de Hacienda Pública y Régimen Interior. Con respecto a beneficencia y salud, se terminó la Casa de Huérfanos de Providencia, el Hospital San Agustín de Valparaíso y la provisión de fondos para construir los Hospitales de Combarbalá, Rancagua, Lontué, Cauquenes, San Carlos, Cañete y Osorno. También hubo adelantos en Ferrocarriles y en los servicios de Correo. Se construyó el puente del Maule, anexo al nuevo puente de fierro que se construyó para el ferrocarril. También se consolidó la ocupación de La Araucanía.

En materia educacional, comisionó al profesor José Abelardo Núñez para que viajara a Europa a contratar profesores para las escuelas normales, comprar material para la enseñanza primaria y colocar en establecimientos especiales a los profesores y alumnos normalistas que irían a perfeccionar sus estudios.

Terminó el período constitucional como Presidente de la República y entregó el mando a José Manuel Balmaceda Fernández, el 18 de septiembre de 1886.

Una vez terminada su gestión presidencial, se le encargó la redacción del Código de Enjuiciamiento Civil, tarea a la que pronto renunció. Debido a su estado de salud, rehusó aceptar una misión en Europa y manifestó su deseo de rehacer la biografía de José Miguel Infante y Rojas.

Murió el 18 de julio de 1889, en Santiago.

Actividades Complementarias

Redactor de «El Orden», publicación que difundió las ideas de la Sociedad del Orden, organización liberal presidida por Ramón Errázuriz.

Colaborador del periódico El Museo y Revista de Santiago.

Miembro histórico del Instituto Histórico y Geográfico de Brasil.