Podemos afirmar que en Chile existe una crisis en los derechos; humanos, reproductivos y sexuales de la mujer. Esto se explica directamente por el predominio político de carácter conservador, que al mismo tiempo influyó tanto dentro del Congreso como fuera de él para penalizar el aborto. El trabajo de la UDI, post reforma del 89’, fue positivo siempre y cuando se razone que el aborto es un crimen, un homicidio, un pecado. La derecha ayudó a difundir miedo en la sociedad, aumentó la polémica moral del tema, incorporando la religión como sustento, se estigmatizó tanto, que imposibilitó siquiera hablar del aborto. Existe una descontextualización abrupta del marco legal en comparación a lo que nuestra sociedad cree y siente, y la única forma correcta de llevar a cabo democráticamente la discusión del aborto terapéutico es empleando más instancias y la mayor cantidad de actores para debatir el tema.

         Esta nueva oportunidad presentada por la Presidenta Bachelet, demuestra un progreso para la democracia al recurrir el uso del debate, pero no un progreso en las libertades de las mujeres. Aquí no se está discutiendo del aborto, sino del aborto terapéutico, ambos muy distintos en su esencia. Al hablar de aborto estamos hablando de derechos y no de crímenes. El aborto terapéutico si bien puede observarse como una pequeña ganancia en derechos reproductivos pero es solamente cuando se cumplen sus especificaciones. Los países desarrollados entregan estos derechos reproductivos y sexuales como elemento natural para las mujeres.

        Una vez que haya “disposición política”, existirán cambios concretos a la demanda popular. Un tema como el aborto, algo tan tabú para las generaciones pasadas, merece presentarse hoy en Chile como un derecho fundamental y básico para la mujer.

         Por ende, una discusión franca y abierta respecto del aborto, más allá de ver esto como un progreso para los derechos y la salud de la mujer, se observaría como un avance en la democracia de Chile. Se notaría además una desvalorización del pensamiento e influencias de la religión en la sociedad y en la política chilena. No está de más en decir que aquellos que defienden la vida, sean más consecuentes, y exijan, o formulen, políticas pro-maternidad para contrarrestar el aborto. La Planificación Familiar impuesta por el Estado busca reducir los índices de morbimortalidad por medio de programas de educación sexual, pero como bien sabemos que la diferencia no está en los anticonceptivos ya que no todos los abortos vienen por un embarazo no deseado.

        El gran miedo que tiene la derecha, en especial la UDI, es que el aborto terapéutico es solamente la “punta del iceberg” (Luker, 1984). Debajo de esta “punta” se encuentran varios temas éticos que no simpatizarán. Temas como la cannabis, la prostitución, el matrimonio igualitario, etc.

       El aborto debe ser mirado como un tema de Salud Pública y materia de derechos reproductivos de la mujer, no podemos seguir encubriendo algo que estará presente por siempre, hay que adaptarse a las nuevas concepciones y problemáticas del siglo XXI.

 

Camilo Marín

Fundación Presidente Balmaceda