Por Nicolás Llantén Quiroz

En los tiempos que corren, cuesta comprender cómo es que los cargos de autoridad muchas veces no son ejercidos con la altura y mirada de estado que se requiere. En oportunidades la mirada tanto ideológica como partidista, supera la visión de estado que incluso los obliga a cometer acciones que van en una evidente contradicción con lo que la ciudadanía está pensando y pidiendo sobre todo en situaciones tan complejas como la que actualmente nos encontramos.

En los tiempos de Balmaceda, las crisis, las luchas ideológicas y los sesgos estaban sumamente presente a todo nivel de la ciudadanía, incluso en asuntos tan dolorosos como la grave crisis sanitaria del cólera que comentamos unos días atrás. Sin embargo, el presidente nunca se desvió de su rol de estadista y de comunicar hacer entender a la ciudadanía que él representaba dos cosas: las intenciones y anhelos de un cambio profundo en la sociedad y también que él y sus acciones estaban destinadas a llevar a cabo dicho ideario. Así nos lo presentaba el propio mandatario, en una visita realizada a la ciudad de Curicó en el mes de octubre de 1888:

“Señores y amigos de Curicó: quiero dejaros un recuerdo de mi presencia entre vosotros, definiendo la noción que tengo de mis deberes en la dirección y el gobierno del Estado.

Para mí, gobernar es servir y es trabajar.

Pues bien, en este alto puesto de confianza nacional, aspiro allegitimo honor de ser el primero en el trabajo y el primerio en el servicio de mis conciudadanos”[1].

Quizá si investigáramos las razones más profundas del descrédito mundial por el que pasan las figuras de autoridad en nuestros días, debiésemos indagar no solo en los ámbitos económicos o técnicos, sino más bien buscar respuestas en el sentido social de la política y la idea de que es ahí donde reside su utilidad como capacidad de acciones que representan al colectivo. Así lo afirmaba mucho antes  John Locke, quien formulaba precisamente esa idea de que el gobierno, sus autoridades y sus acciones se presentan y se legitiman a nivel de la ciudadanía en su conjunto[2]. El presidente Balmaceda, a pesar de los contratiempos que le tocó vivir, siempre tomó esa directriz como propia, y buscó que la figura del primer mandatario fuera siempre la de aquél que más sirve a los deseos de su pueblo. Cabe preguntarnos entonces, en la actualidad, ¿Qué tan cercanas sienten los ciudadanos a las autoridades ? A esa simple pregunta, Balmaceda ya nos daba una contundente respuesta hace ya más de cien años.


Para saber más:

  • Collier,S., Sater, W.(2018) Historia de Chile, 1808-2017,  Madrid: Akal.
  • Devés, E., Sagredo,R. (1992) Discursos de José Manuel Balmaceda. Iconografía. Santiago: Centro de investigaciones Diego Barros Arana.
  • García-Huidobro, C. (1994) José Manuel Balmaceda. Idealista y realizador. Santiago: Zig-zag.

[1] “Discurso del Presidente de la República en el almuerzo que los vecinos de Curicó ofrecieron en su honor”, La Tribuna, 19 de octubre de 1888. Las cursivas son nuestras

[2] Véase Locke, J. (2014) [1689] Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, Madrid: Alianza.