CRÍTICA A BARADIT
Jean Masoliver A.,
cientista político,
Fundación Presidente Balmaceda
El texto de Baradit que recientemente publicó El Mostrador deja mucho que desear. El escritor muestra su imagen más baja y denota cómo hay sectores en nuestra ciudadanía que crean odio y destruyen muy lenta, pero efectivamente, nuestra sana convivencia democrática. Y digo esto con la presente vehemencia porque es un asunto muy delicado, sobre todo en tiempos donde pareciera que la polarización está aflorando nuevamente en nuestro país.
El escritor cree que el partido del cual es militante Cuevas ha tratado de «convertir en Mandela a un tipo que estuvo detenido medio día en Venezuela». Ni siquiera media hora detenido sin causa alguna es razón suficiente para alegar, para quejarse, para denunciar las flagrantes violaciones a los derechos humanos que tienen lugar en ese país.
Pero él va más allá, haciendo notar que la derecha «es un sector que no se ha visto violentado jamás, que no ha sufrido carencias ni dolores, por lo mismo no ha producido la belleza que a veces el horror hace nacer entre los escombros», además de que «enarbolar banderas que pisotearon, conceptos sagrados que usaron para lustrarse los zapatos es insultante. No basta una operación de marketing penoso para producir el empate».
¿Hay gente que no puede ser sujeto de derechos humanos? A juicio del escritor, pareciera que sí. Baradit hace notar que existe un peso histórico que hace que algunos no tengan la categoría suficiente para ser sujetos de defensa de derechos humanos. Es más, ridiculiza a quienes consideraron que la detención (injusta) de Felipe Cuevas es grave, y considera que ese acto no obedece a un carácter político.
Es cierto que la derecha en Chile tiene una carga muy grande relacionada con la dictadura. Y hay que decirlo con todas sus letras: la derecha —en realidad, sus dirigentes— apoyó material e ideológicamente a un gobierno que atentó contra los derechos humanos y causó mucho sufrimiento, una huella indeleble en nuestra historia. Pero la izquierda debe —y hay que ser enfático en esto— colaborar con el ambiente democrático apoyando la democracia en toda su extensión. Los derechos humanos no son solamente para quienes tienen la hoja de antecedentes limpia. Los derechos humanos —entre ellos, los del debido proceso judicial y los de la libertad de expresión— son para todos los humanos, sin excepción. Algo que Baradit olvida convenientemente.
Comentarios como los de Baradit simplemente nos retrotraen a la ley de talión: si ellos cometieron crímenes contra los derechos humanos, ellos merecen ser violados en sus derechos humanos. Nada más antidemocrático, nada más anticiudadano. Lamentable actitud para quien es escritor, y del cual se espera representar un ánimo más librepensador.