Jean Masoliver A.

Cientista político

Fundación Presidente Balmaceda

 

Finalmente, el efecto ya acostumbrado que un momento de celebración se trastoque en una situación de destrozo catártico traspasó las fronteras de nuestro país, y nuestros conciudadanos han demostrado la barbarie propia de quienes no sienten ninguna responsabilidad por sus actos. Esta situación denota que no existe interés alguno por parte de ciertos compatriotas nuestros sobre la relación entre causa y consecuencia, y la idea de que si uno vive en sociedad, sus actos tienen efectos sobre todos nosotros.

La selección chilena gana un partido de fútbol: alegría en Plaza Italia y prontamente se arman batallas entre carabineros y personas que no entienden la idea de que el uso del espacio público y la libertad de asociación es un derecho de todos nosotros, pero que debe ser ejercido éticamente, esto es contemplando la responsabilidad que implica el goce de la categoría de ciudadano. Quienes entraron a la sala de prensa del Estadio Maracaná el 18 de junio, al igual que aquellos que causan destrozos en nuestra capital, son personas que dejaron de lado su estado de ciudadanos, y volvieron a un estado de naturaleza, el cual daña a todos quienes todavía nos sometemos al Estado de derecho.

El problema, como expresaba anteriormente, es que estos ciudadanos no toman en consideración la importancia de la relación causa-consecuencia en el espacio público. Esto también se ve en otros aspectos de nuestra sociedad contemporánea: gobiernos que se dejan amedrentar por grupos violentos de presión, situando trazados de marchas por zonas evidentemente residenciales; vándalos que, detrás de una capucha, sienten que pueden superar el orden público con su resentimiento destructivo; corporaciones que acaban con los beneficios del libre mercado creando monopolios u oligopolios que modifican para mal las reglas del juego y dañan a los consumidores; y así, vivimos en una sociedad donde la responsabilidad está siendo dejada completamente de lado, y donde los actores sociales no son capaces de hacer caso de una ética común de convivencia democrática.

El caso de los hinchas en Brasil es sólo una muestra de aquello que vivimos en la sociedad nuestra: ciudadanos en estado de naturaleza, sin interés en las consecuencias de sus actos, sin compasión por la situación del resto. Esto no se soluciona con más reglas o más castigos, es la empatía y la socialización devenida espontáneamente de iniciativas sociales las que —aunque sea lentamente— modifiquen el rumbo de nuestra maltratada convivencia societal.